Aumentan mis
suspiros,
pues en cada apretón
siento, en el Amor
Veneris,
cómo la espiral
fantasma
desafía al
candente fuego.
¿Es él Mateo Colón
desenterrando el extracto
de mis entrañas
para empapar, de
dulce sal,
la naturaleza de su
investigación?
La tarima sobre la
que flotamos
se convierte en
error,
en una cama de
poros abiertos.
Y yo, tozuda y
caprichosa,
ando en la
inocencia de quien pregunta:
¿Qué
haces aquí?
¿A
quién viniste a remediar?
¿Por
qué soy presa de tu anatomía?
No hay respuesta a
cuestiones
tan elementales,
tan metafísicas.
Caigo en la
sensualidad de sus dedos,
cual mosca en seda
de araña.
Y un enajenado
grito se apodera de la sinrazón:
¡Baja
a estudiar tu tesis!,
pero
no dictes
cuál
es mi mal de dependencia.